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enero 17, 2011

Para comenzar el año...

Una mirada distinta que contempla el alma...para encarar la apertura de un nuevo año..., sin exigencias y celebrando!. Una perlita por Miguel Espeche.

MEJOR CELEBRAR QUE HACER BALANCES

El modelo empresarial-contable no sirve para ponderar las cosas del alma, esas que muchos suelen abordar cuando el año nuevo se otea en el horizonte. Los balances de productividad, de objetivos cumplidos o no, lo que hacen es enloquecernos un poco y, sobre todo, angustiarnos por no haber hecho lo que se supone debíamos haber hecho, según la agenda pactada con nosotros mismos. Cansados del trajín de todo un año, acalorados por el implacable verano, bombardeados por las (genuinas o artificiales) exigencias de las fiestas... ¡y encima hacer un balance existencial con parámetros más propios de la industria que las de una vida que se precie! No, gracias. Mejor vivir al contado, honrar lo que se tiene y dejar para el invierno (o para nunca) la siempre desangrante letanía de enumerar todo lo que "falta" para ser perfectos.

Expresiones como "este año me pongo las pilas" homologan a las personas a un aparatito eléctrico, siendo que al mirar el horizonte y proyectar en él los propios afanes se trata de ir imaginando hacer algo que se proyecta desde el alma, no desde una fuente de energía como lo es una pila, con todo lo que eso significa a nivel de lo simbólico.

Si lo que somos y tenemos nos ha permitido vivir una vida hasta la fecha, lo mejor es agradecer el haber y no darle demasiada bolilla al debe, por más que los acelerados de siempre crean que eso implica un riesgo cierto de "conformismo", como si estar conformes implicara dejar de tener sueños y deseos que nos motoricen.

La celebración es mucho más útil que amargarse por lo que, en realidad, nunca fue nuestro, como lo son, por ejemplo, los objetivos incumplidos.

Al celebrar, vale hacerlo por eso que se hizo, por lo que hay y no por lo que se supone que falta. Vale disfrutar de lo disfrutable (estar vivos, por ejemplo) y dejar los balances contables para tiempos operativos, pero no existenciales. Sumergirse en el interior propio para reencontrar sueños, deseos profundos, emociones que forman parte del ADN de lo que somos, es la mejor manera de nutrir los objetivos y las acciones tendientes a su logro. Y eso es algo que se puede hacer durante el final del año, pero hay también otros 364 otros días como para emprender dicha tarea.

Contentos, tristes, enojados, enamorados o no, con plata o sin ella... el final de un ciclo marcado por el calendario nos encuentra así. No es ni bueno ni malo, simplemente es.

Podemos decir, con certeza, que se trata de un punto de inicio más que de un final y en eso estriba, sin dudas, lo interesante de la historia.


Revista La Nación, 2 de Enero 2011
El autor es coordinador General del Programa de Salud Mental Barrial del hospital Pirovano

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