Reflexiones a orillas del Reconquista

Al lado de nuestra casa
A quince minutos
A treinta
No mucho mas

Ratas que asustan gatos
Canales que se inundan
Panzas hinchadas
Brazos quemados
Piernas amoretonadas
Preservativos sin usar

¿Es verdad que no tenemos tiempo,
que nuestra vida es tan compleja?
¿Tan importantes son nuestros dramas personales?
¿Tan ajetreada es nuestra agenda?
¿Tan que…es nuestro mundito
que no nos deja estirar
el corazón,
la mano?

Una hora
una caricia
una mirada
una sonrisa

Hacen la diferencia.

Luego de pasar unas pocas horas en un barrio carenciado a menos de media hora de la capital, me quedan varias cosas dando vuelta en mi cabeza y en mi cuerpo. Seguramente es trillado, conocido, nada novedoso, y no lo suficientemente provocador, pero, si al menos a alguien le sirve para cuestionar su accionar, valió la pena compartirlo.

La primera sensación que me queda es de dolor, un dolor casi inaguantable por la desigualdad, pero sobre todo por la indiferencia, la mía propia y la de la mayoría de nosotros. Creo que hasta ahora, aunque haya hecho cosas para acompañar, ayudar, aliviar a los que menos tienen, creo que puedo, podemos…mucho más. Creo que ya no se sostiene ninguna excusa “real”. Siento que es hasta violento hacer ojos y corazones ciegos a nuestra realidad.

Lo segundo que me queda son muchas preguntas, que muchas no vale la pena ni responder, pero otras espero puedan sacudir a mas de uno, para ayudarnos a movilizar realmente.

¿Que armadura tan rígida no nos animamos a romper, cuando empezamos a ni mirar a la gente que duerme en la calle, cuando empezamos a ignorar a esos ojos que nos piden a gritos ayuda? ¿Es que nos estamos enseñando mutuamente a insensibilizarnos? ¿Por que nos cuesta tanto? ¿Nos abrumamos por no saber donde empezar, hay tanto por hacer… entonces no hago nada? ¿Justificarnos en que no podemos soportar tanto dolor, en que somos demasiado sensibles y por ende no “toleramos” poder ir a “esos” lugares, no es una paradoja en si misma, cuando sigo quedándome confortablemente en mi casa? ¿Nos alcanza con tranquilizarnos diciendo: que después los mismos que ayudas son los mismos que te roban?

¿Si la compasión es profunda, el accionar no es el paso siguiente? ¿La fibra de la compasión real está perdida? ¿Que es lo que hace que el dolor del otro nos haga actuar? ¿Sólo cuando es cercano a nuestro círculo sentimos la injusticia, la bronca o el dolor que moviliza?

¿Sólo algunos tienen el don del servicio y la ayuda? Aseverar que no todos servimos para lo mismo…¿Es un lugar cómodo donde quedarse tranquilo tomando un vinito? ¿Cómo es que como especie, podemos estar al lado de alguien que necesita y no hacer nada?.

El don se alimenta, se crea, se desarrolla
El corazón se abre, se elastiza, sufre, siente
Las manos se vuelven tiernas y firmes
La vida se enriquece, cobra sentido
y el amor irradia.