La vida creativa tiene un solo secreto, pero hay una clave…
Me dicen algunos artistas:
¨Por favor, dígame cuál es el secreto de este proceso¨.
Bueno, es muy lindo que yo tenga aquí mi varita mágica, con su vieja estrella de madera pintarrajeada unida al extremo de una vara de sauce.
¿El secreto? Oh, sí, me encantará contárselo tal como lo sé; aunque, a los cincuenta años, todavía soy joven para eso. Pero, por supuesto, antes tengo que hacer una advertencia muy estricta. Siempre que hay un secreto, hay una prohibición que lo acompaña. Ya verán.
He aquí el secreto, y que les aproveche:
Una vida profunda y llena de sentido se alimenta y mantiene sentándose sin anestesia sobre el fuego.
¨¡Un momento!¨, siento que exclaman. ¨¡Ese no es el secreto que yo quería! Por favor, ¿no hay algo más básico que esto?¨
Tal vez haya otros secretos, pero no los conozco. Después de haber indagado muchas posibilidades en todos estos años acerca de lo que está en el núcleo del impulso creador, vuelvo una y otra vez a este ¨secreto¨. Es el desafío de Perséfone y el nuestro: unir los dos mundos, el del espíritu y el de la materia, como consortes…; aunque resultemos heridos, desgarrados, aunque suframos ambivalencia y confusión y ansiemos volver a un tiempo anterior. Cuando se sostienen estos dos mundos, uno al lado del otro, siempre se produce una explosión, y a esto lo llamamos transformación.
La transformación está alimentada por dos clases de fuego: uno que quema a su paso todo lo que sea combustible, y otro que edifica desde las cenizas toda suerte de visiones, concepciones, actitudes y capacidades más tesoneras, afiatadas y refinadas que nunca. A la postre, lo que intentamos es mantener ardiendo a estos dos fuegos juntos, pensarlos inseparables por un instante.
Y, ahora, mi advertencia. Allí va:
Nunca se entenderá el ¨secreto¨ de oídas solamente. Para ser aprehendido, y mucho más, para ser comprendido, debe experimentárselo de primera mano. Y esto implica, nada más ni nada menos, sumergirse totalmente en el fenómeno.
El aspecto mental que normalmente atribuimos a las tenaces habilidades del pensamiento cognitivo nunca puede captar por entero el mundo del espíritu. Esto no significa desconocer o menospreciar lo cognitivo, todo lo contrario. La función del pensamiento es invalorable en muchos sentidos; pero el mundo de la imaginación y la valoración simultánea de sus diversas capas, no es el fuerte del pensamiento. Pertenece más específicamente a lo que Jung llamó las funciones intuitivas y de sentimiento de la psique.
La ¨experiencia de primer orden¨ es uno de los tipos más eficaces de aprendizaje con el que contamos, y difiere de las de segundo orden (leer sobre las experiencias ajenas o escuchar algo al respecto) y las de tercer orden (estudiarlas y analizarlas estructuralmente).
Sea que el individuo tenga un origen humilde o que proceda de los niveles que suelen considerarse más altos, conviene recordar que esas cuestiones no se comprenden en una semana ni en un año. No se las compra con dinero; no se las observa como si uno fuese un turista psíquico que llega a un sitio, entra, mira un poco el espectáculo y se va. No se las hace propias mediante una modalidad puramente intelectual o analizando la experiencia de otros sin vivir la de uno. No basta con acercar un poco el pie al fuego y retirarlo, ni con zambullirse en él sólo de cuando en cuando. No se lo logra huyendo ni convenciéndose de que uno ya ha pasado bastante tiempo en eso… cuando no es así. A este fuego hay que entrar con la totalidad del propio ser y quedarse hasta que sea necesario, hasta que se acabe. ¿Cuánto tiempo puede tardar? Nadie lo sabe más que uno mismo. Como decían mis abuelas, escuchemos al destino: ¿qué nos pide nuestro destino individual?
Quienes hayan permanecido en el fuego lo suficiente, podrán transmitir lo que vieron, no sólo con sus objetos de arte o sus palabras, sino, mucho más, con su presencia. Se parecerán a ese ¨duende¨ silvestre que danzó alrededor de ellos. Sabrán que los mundos se interconectan uno en otro. Habrá, en esas personas, algo inmenso, una esencia que no puedo describir, pero cuya autenticidad reconozco cuando la veo. Y tú también la reconocerás. Busca pruebas de que ha habido una gran tormenta, un vendaval que sopló muy fuerte y después pasó.
Publicado en el número 151 de la revista Uno Mismo, págs. 24-29 (publicado originalmente en Magical Blend).
La traducción es de Leandro Wolfson.
Digitalizado para Palabra Chamánica por Omar Pereira.
La bella imagen es del pintor búlgaro Valeri Tsenov.
Gracias Analía!